Me desmaquillo entre discursos fatalistas, no es que ame los finales es que los he coleccionado con ahínco. .

El desconcierto de escuchar a mi mente que es incapaz de recurrir al silencio. Me desvisto con soliloquios que emergen desde los poros de mi soledad. .

Dudas circunstanciales que extienden las ausencias entrecortadas en las grietas de mi respiración, me exprimen las dudas y se adentran en mi pasividad, la incertidumbre de tal vez jamás volver a verte.

Desde mi balcón se observa día tras día la misma montaña, pero... ¿he cambiado tanto que ya no la siento igual? Soy esa que suspira y se aferra a la baranda porque el vértigo de pensar demasiado en ti, escuece mi piel. .

Mis decisiones extrañan que las saque a caminar. El bar, la tienda, escuchar el mar, doblar a la izquierda; la soledad atraviesa los minutos de ocio en que busco tu rostro porque eres el recuerdo más fresco. .

Lloro para destruir los momentos en que puedo estar conmigo. Me convierto en esclava de patrones a los que se les salen las costuras y no soy capaz de enmendar. Lo oculto todo como pasatiempo, te digo que estoy bien cuando me amputo un miembro y lo dejo en cautiverio porque desea irse contigo. .

Quieres que conteste, y no quiero contestar nada y soy educada y no quiero ser educada, no quiero pensar en tus sentimientos cuando los míos están de últimos en la fila del mercado guardando la distancia prudencial para no contagiarse.

Y regaño a mi lengua por mi lenguaje soez, y me miro de nuevo al espejo y empiezan de nuevo los discursos fatalistas impregnados de rímel a prueba de agua, que soy yo la que siempre tiene la última palabra, la última decisión, el último intento de seguir a flote y hundirse.

Me calmo un poco, porque debo entender que el que me quiere cuando sonrío, amo, abrazo y me entrego, debe gustarle también mi "yo inestable" mis ganas de llorar, cuando me tambaleo y me hiero con lo fallida de mis adivinaciones, mi constante falta de puntería y mis tonterías para alegrar ratos de seriedad. .

Y me cuestiono con el drama que se oculta tras mi lencería y que no le muestro a -casi- nadie, que tal vez moriré sola, pero hoy prefiero morir sola, que por tio contigo.